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La Fascinaci​ó​n de la Palabra. Ficciones Digitales. Covid 2020

by Escuela de Teatro y Títeres

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1.
Yo soy! Morena García Tratando de decir quien soy, Sorteando la mirada de mi ego. Hoy debo decir que soy el rejunte no planeado de la leche perezosa de mi viejo y el óvulo borracho de mi vieja. Soy la hija mas chica de un cúmulo de ojitos que se apiñaba en el único rincón de la casa que no llovía. Fuí el platillo principal del cura y la hoz de su teoria. Soy el cadáver de la niña que a los once moría por los papeles cartas y aún hoy resuma osamenta. Fui peón de albañil, villana, cáncer de algun amor, hermana, soy puta , perra y soberana. Fui a los quince la fantasía normada que hoy deshilo rápidamente con las manos, desesperada. Soy la incomodidad en la esquina de la casona de la doña que le preocupa el dolar. Soy una pluralidad de mis muertas Y una pizca de sus sonrisas. Soy fuego, llama y cenizas. Soy espejo, reflejo y cornisa. (Soy hoy) mientras escribo y desangro mi memoria. Mártir de un amor olvidado y testigo esencial de mi propia historia. Y mientras escribo esto, Y me velo en un duelo impuesto. Me digo a mi misma convencida, que hoy soy lo que soy no ,sin antes haberme fallecido!
2.
Un intento Lucia Rodriguez Anabel dice que está bien que las cosas no sean como quiero y yo, garante en mi contrato con el sufrimiento repito que está bien que las cosas no sean como quiero. Él asiente, sabe perder. Digo esto mientras lavo los platos del último almuerzo. Ejerzo una sinceridad cuidada, pienso que la circunstacia no amerita mayor compromiso. Nos estamos dejando, nos estamos acercando a algo que no conocemos. El agua corre pero lo que suena en esta cocina en estas cabezas es la voz de Jagger que canta que si intentás alguna que otra vez conseguís lo que necesitas.
3.
Voy a morir Morena García Voy a morir ahora o despues. Y no notarás que aquí he estado. Voy a morir Ahora o después y no te daras cuenta que te he habitado. Voy a morir ayer, hoy y mañana. No veras de mi, rastros y los he dejado Es que tu memoria borrara con saña, los surcos que ésta nomadé a cruzado Con un Cristo a la cabeza, En un rancho seré velada Gesto abyecto de tristeza. Mi voluntad no respetada. Tu no Dios, tu no amor. Tu rudeza Tu comentario de vecina malintencionada. Moriré como llegué, paupérrima, Rara, única, grotesca Intragable mi imagen que no condice Con tu asesino canon de belleza. He de morir, rápida rauda, precoz. He de vivir en mis hermanas. Y me vas a ver volver, feroz En la voz de ellas, con mas ganas. Para espantar el dolor. Me voy me voy silbando fuerte. Que estoy segura que tanto amor Torcera el destino y ésta suerte. La mirada de pena y terror, el brindis en la mesita del rincón y la cumbia burlona de la Muerte.
4.
La Wally posible Morena García Frente al espejo, con el corazón agolpado en la garganta me pinto, Me pinto poco porque no quiero ser como ellas. Me pinto poco, porque menos es mas. Me pinto poco ,pero mi cara no tan dulce necesita un poco más. Una sospecha de maquillaje voy a decir con el tiempo que me puse cuando en realidad tengo maquillada hasta las rodillas. Y termino pareciendome a ellas. Es que ellas no estaban tan enfrente. Frente al espejo siento náuseas de está metamorfosis dérmica sensorial que no puedo controlar y de tener que mostrar el capullo al mundo para que entiendan y no entienden ,y las náuseas vuelven y ya no son de nervios. Frente a mi vieja estoy sentada ,mi vieja no sabe, mi vieja desconoce quien soy solo conoce que desconoce al hijo que insiste en resucitar y que hijas nunca tuvo Frente a mi vieja no soy nadie Frente a mi viejo no estoy. Mi viejo aunque está ,nunca estuvo, solo conozco el revés de su palma y unas lágrimas retenidas que significan más que las que he llorado. Frente a mi viejo no estoy , ni yo... Ni el En el comedor tengo mutismo desgarrador y los ojos de ellos gritan más que cualquiera. Mi mano se posa temblorosa de lado en forma de cuenco, en forma de súplica ,en forma mendiga y busco explicar... Y nadie tiene oídos. La vista alcanza, las pruebas alcanzan , el espanto alcanza para convencerlos. Y tránsito la casa que no me pertenece porque está manada no es mía. Y entonces la calle. La calle gris y plomiza que refleja un cielo no más amable. Las muecas en las caras, las miradas presentes, la sangre que se agolpa en la garganta y de repente: Putooooooooooo!!!! Y de repente silencio Y de nuevo: putoooooooo Y nadie...... Y silencio.... Bullicio, miradas y el silencio cómplice y las risas. Las risas son lo más audible desde está travesía. Si tengo miedo? Si tengo, si tengo hambre? si tengo Si tengo frio? Me calan los doce años. Pero está transformación urbana trae más que miedo. Siento mi piel más dura con cada insulto. Siento los ojos vidriados Tengo un inmenso deseo de quemarlo todo. Por qué no me lo merezco, porque soy una criatura invisible, por tanto mal, por si las dudas. Voy a volver a prender fuego todo con mi taco inflamable y mi espanto a flor de piel. No me merecen. Tengo espuma en la boca y me pedis paciencia.Me pedís paciencia o que me rinda? No me pidas que aguante YA AGUANTE DEMASIADO. Y me preguntas si soy mala? Y me miras con miedo y desconfianza, ahora que ya no tiemblo ni pulso fragilmente. Me deben horror y vine a buscarlo. Me deben los besos y los huesos Me deben una familia Y me deben la sangre de las otras Y me preguntas todavía porque tanta saña? Mientras muerdo las manos que me azotan y es que no comprendes bebé que de cachorra me tiraron y en la calle me hice perra!
5.
Sin título Federico Rodriguez Pájaro de tinta, Azul albor de tu estrella. En los infantes vientos, en los insondables nombres, en las temerosas formas, que te habitan, que te aquietan, se tropieza, fatal, la espiral penumbra. Vinculado a tus ojos de océano, descubrí la luz, que, oculta tras la luna, inquieta a las sombras. Oh! Alífera Alejandra la noche jamás volverá a ser tan bellamente Obscura
6.
Cotorras Andrea Tempo Cinco chanchos, gallinas, tres vacas y dos caballos, uno viejo. Unos cincuenta eucaliptos y su casita. Sobre la copa de los árboles la colonia de cotorras que la acompañaban día a día, con el sordo gruñido de sus chillidos constantes, nunca silencio. ¿O el silencio era eso? El incesante ruido blanco que nunca se acaba, ahora aumenta, ahora cesa un poco… ahora se olvida. Se comían todo. Había probado dispararles una por una, pero eran tantas. Les había puesto veneno, pero se canso de juntar bichos y de no saber qué hacer con tanto pájaro muerto. Hasta que comenzó a plantar girasol. Ese año también había plantado girasol para alimentarlas y que no comieran sus tomates ni sus choclos. La tregua del girasol fue buena. Poco a poco, los animales habían comprendido y se habían vuelto amistosos. Esto a La Luisa le gustaba, y les había tomado cariño. Les hablaba, en realidad le hablaba a todo, pensaba hablando, ni se molestaba en bajar la voz, si total estaba sola. Sí, sola vivía ahí, en ese ranchito. Pero hacía más de un mes que La Luisa no dormía bien, y se había hecho jueves. Jueves 23 de enero, como decía ese telegrama de desalojo. -Muerta me van a sacar- repetía, mientras ordeñaba en el banquito de una sola pata. - Muerta me van a sacar- mientras separaba la crema y cortaba la ricota tomando mate. -Muerta me van a sacar- mientras juntaba los huevos. -Muerta me van a sacar- tiraba maíz a las gallinas. -Muerta me van a sacar- mientras baldeaba el patio. -Muerta me van a sacar- horneaba el pan. -Muerta me van a sacar- montaba el caballo. -Muerta me van a sacar- guardaba los terneros. El jueves 23, el ruido de motor alteró la tarde calurosa. Cientos de cotorras alborotadas salieron escandalizadas de sus nidos. Una bandada de aves histéricas abandonando el monte de eucaliptos. -¡Muerta me van a sacar!- repetían en un graznido unísono los pájaros verdes que volaban sobre el camino de tierra. Los animales que de tanto haber escuchado a La Luisa repetir la misma frase se la habían aprendido y ahora por un misterio de la naturaleza repetían una y otra vez todos juntos. -¡Muerta me van a sacar!- En un chillido ensordecedor el cielo verde que se les venía de jeta. -¡Muerta me van a sacar!- escucharon en el auto que se detuvo y giró en U, cagados todos de miedo a doscientos metros de la tranquera. Esto sí que nunca les había pasado.
7.
Inminuendo (me cago en la prosa) Morena García A muchas les resultará un relato conocido, repetido, hastiante e incluso mendigo, otros mirarán con asombro u horror como a quien no le pertenecen estas realidades, mientras les sirvo como en una película de Lucio Fulci, una porción de mi vida en este relato a destiempo; y asistirán a él como los burgueses postcoloniales miraban con gula y lujuria la vidriera circense de un freak show… pasen y vean. Nací prácticamente crucificada por un Dios que se jactaba de omnipresente, omnisapiente y al mismo tiempo impotente. Me elevaron y vistieron con la liturgia y la algarabía con la que se recibe al macho, de hecho, dudo que en mi memoria celular, en cada ínfima mitocondria quedó grabada la frase armada y monótona del doctor como si yo fuese otro pedido en ventana del autoMac, monocorde, mononeuronal: macho dijo la partera!!! Rápidamente fui envuelta en atavíos celestes, inentendibles como la crema del cielo, que nadie sabe qué es o qué representa, pero es celeste, celestial determinantemente. Y así (como si yo no hubiese sido un feto sapiente, casi ingeniero) y con la lógica de una chusma pre-provida estamparon en mis tímpanos los dos nombres de varón más irónicos y desubicados, cuyos significados eran “varonil” y “dios está con nosotros”. Por último lamieron una pelusa roja y me la pegaron en la frente, por un momento pensé: debo ser sagrada, es un tilak, soy hindú, pues no, era el ritual ancestral que según mi tía evitaba la contracción involuntaria del diafragma. Les simplistas le dirán “hipo”. Con el tiempo entendería que su significado es mas a lo Kennedy. En fín… esta procesión de tías con cabellos teflonados, para todas las fiestas habidas y por haber, traían regalos que no dejen dudas de mi posición social patriarcal, de macho. Eran interminables, incesantes, incestuosos, insistentes, ametralladoras, autitos, pelotas, tiki-takas celestes… y las bolitas… bolsas y bolsas de esas porcelanas, ojos de gato, aceritos y las deleznables “comunes”. Sentía el olor del Roby fijación modo “huracán” de mis tías que me abrazaban con un gozo, con ese gozo orgásmico de aquel vendedor de Herbalife cuando capta o copta a un ingenuo. Juro que miré desde sus brazos más de una vez si no se habían meado. Es que yo era en alguna medida, en cierta medida, en toda medida, su Mesías, pues era el único varón del árbol genealógico vivo, árbol que según ellas, sin un macho… se secaba, tendía a desaparecer. Pequeña imposición que pesaba otrora sobre mis pequeños hombros. Todo este ceremonial cesó abruptamente un domingo vespertino de agosto, mientras todo el clan femenino jugaba al chinchón en el comedor. Yo, yoica fiel, a imagen y semejanza de mi sentir, salí montada con un batón y unas Guillerminas espantosas de mi vieja, porque no solo inauguré mi propio desfile, sino mi buen gusto, a los 4 años. Todo fue silencio… pero silencio!!! De esos silencios incómodos como cuando te preguntan si ese flato es tuyo. Un silencio perenne, de miradas juiciosas, acusantes, el suspiro estertóreo de una de mis tías a punto de morir de horror, como si una cucaracha travestida se hubiese posado en el medio del comedor. Yo seguía chapuceando las Guillerminas, y giraba con el batón como una especie de cenicienta trava lumpen. De ahí en adelante las reuniones, onomásticos, cenas navideñas y demás convidios, mutaron en aquelarres, no más presentes… su macho… su continuidad de linaje, la perpetuación del apellido más común, como sus bolitas, morían junto con la frase que habían ensayado y atesorado para mi pubertad: y la novia, pa’ cuándo? Todo lo demás fue un derrotero casi clorofórmico, anestésico, no analgésico, de actos, de edictos, de eructos porque recuerdo a Miriam, maestra de prescolar, con su delantal rosa, sus ojos marrones, y su rubio 9.1 Marolio, decirme: “vos tenés que jugar a ser papá, no mamá “. La seño Guadalupe, en 4°, “los nenes” no juegan elástico” Hasta el portero se permitía mascullar entre dientes por lo bajo “putito de chiquito”. Eructaba transfobia a los 11, estaba empachada. Sabía que no pertenecía a ese hato de bestias “normales”, “comunes” como aquellas bolitas. Me fui, me echaron, me abortaron de todo lugar posible, me encontré al mismo tiempo en todos lados, marcaba lugares que solo habitan las almas que no cuentan, las invisibles las indivisibles… me hallé comiendo en plazas, pernoctando en la puerta de la casa de ese dios omnipresente… que allí no estaba, peregrinando un 24 de Diciembre hacia ningún lado. Detalles y pormenores de una sanmaritana del amor. A los 17 conocí a otrxs especímenes como yo… apiñadas, juntitas en una esquina, convocadas por esa luz naranja que sangra el mercurio… algunas de una belleza hegemónica, otras enfundadas, encorsetadas a la fuerza para parecerlo. Pero todas exquisitas, soñadoras, parias, montadas viajadas, subidas a autos… y bajadas; presas, locas, copeteadas, fumadas, duras y acabadas, consumidas, ajadas y vueltas a acabar. Sentenciadas… a una fecha de vencimiento. Pero como en mi nacimiento, yo solo disfrutaba verlas danzar, para matar el frío, al son de una cumbia, riendo, tejiendo mañanas, pequeñitas. Yo sentía algo en el pecho que se acumulaba, y era arrastrada hacia esos bailes quebrados, y la sensación en mi pecho se acrecentaba. Una noche (siempre fue y es un buen prólogo para una trava) entre decenas de modelitos, sombras de todo el espectro visual y postizos de kanekalon, una trava grande de 47 años… la Matusalén de nuestro mitin, al verme y oírme decirle a otra que no podía explicarle lo feliz e indescriptible de esa sensación que en mi pecho pasó de ser brasas a corazón en llamas; me tomó del mentón recién afeitado y me dijo: Marisa (que en nuestro propio lenguaje, “el carrilche” significa “marica”) eso que sentís es ORGULLO… ORGULLO TRAVA. Y fue a fundirse detrás de otra masa informe de ropa. Comprendí todo… todo fue todo, todo revelación, todo apocalipsis, todo llanto del bueno. Ella rompió mi crisálida y yo la mastiqué, la tragué, y escupí en la cara de ese dios que reparte amor y mejillas, omnisapiente para juzgar… impotente para amar. Exploté, liberada, semimontada, semidragueada, toda enyibrada, toda de mí misma enamorada, empoderada, salí a la calle endiosada, fulguraba como fulguraron mis ojos en aquella avant-premier frente a esa mesa de chinchón. De repente comencé a apagarme … no entendía, la luz se escapaba de mí, como se escapa la acuarela del agua, y entendí mi punto rojo en la frente… mi tilak sagrado… me había encontrado con mi verdugo, mi francotirador designado, contraparte del culón ángel de la guarda… todas las travas tenemos uno, o varios ,asignados, diseñados, prefabricados. Se embebió en mí, pudo con mi carne toda. Se regodeó en mi cuerpo, cuando acabó y terminó su menester orgulloso, jadeante, confundido, previo escupitajo, esbozó dudoso un: “te pasó por puto”, se alejó mientras mis ojos de gato, fijos, ya anclados, no perseguían más el devaneo de la luna por el cielo, ese cielo inalcanzable. Perdón, no dije mi nombre… importa? Soy una más, una de las tantas, una de las tantas que no marchitó por la edad… sino por odio. Esta no es una historia triste es simplemente una historia trava. Pasen y vean!!!
8.
Solocalm Beatriz Vignoli Al fin la luz del sol se ha librado de ti y da en una pared y eso es el mundo Al fin el tiempo acá se ha venido a vivir y no hay gloria en los días solo calma donde las cosas ya no sueñan con ser arte donde las cubeteras no aguardan una cámara y el tango del champagne fluye de cumpleaños sencillito y no hay infinitos libros, solamente este y libre de vanidad la ceniza de los años ya flota sin odiarte; ya nadie calca nada del televisor, para qué.
9.
Voy a morir Morena García Voy a morir ahora o despues. Y no notarás que aquí he estado. Voy a morir Ahora o después y no te daras cuenta que te he habitado. Voy a morir ayer, hoy y mañana. No veras de mi, rastros y los he dejado Es que tu memoria borrara con saña, los surcos que ésta nomadé a cruzado Con un Cristo a la cabeza, En un rancho seré velada Gesto abyecto de tristeza. Mi voluntad no respetada. Tu no Dios, tu no amor. Tu rudeza Tu comentario de vecina malintencionada. Moriré como llegué, paupérrima, Rara, única, grotesca Intragable mi imagen que no condice Con tu asesino canon de belleza. He de morir, rápida rauda, precoz. He de vivir en mis hermanas. Y me vas a ver volver, feroz En la voz de ellas, con mas ganas. Para espantar el dolor. Me voy me voy silbando fuerte. Que estoy segura que tanto amor Torcera el destino y ésta suerte. La mirada de pena y terror, el brindis en la mesita del rincón y la cumbia burlona de la Muerte.
10.
Yo soy! Morena García Tratando de decir quien soy, Sorteando la mirada de mi ego. Hoy debo decir que soy el rejunte no planeado de la leche perezosa de mi viejo y el óvulo borracho de mi vieja. Soy la hija mas chica de un cúmulo de ojitos que se apiñaba en el único rincón de la casa que no llovía. Fuí el platillo principal del cura y la hoz de su teoria. Soy el cadáver de la niña que a los once moría por los papeles cartas y aún hoy resuma osamenta. Fui peón de albañil, villana, cáncer de algun amor, hermana, soy puta , perra y soberana. Fui a los quince la fantasía normada que hoy deshilo rápidamente con las manos, desesperada. Soy la incomodidad en la esquina de la casona de la doña que le preocupa el dolar. Soy una pluralidad de mis muertas Y una pizca de sus sonrisas. Soy fuego, llama y cenizas. Soy espejo, reflejo y cornisa. (Soy hoy) mientras escribo y desangro mi memoria. Mártir de un amor olvidado y testigo esencial de mi propia historia. Y mientras escribo esto, Y me velo en un duelo impuesto. Me digo a mi misma convencida, que hoy soy lo que soy no ,sin antes haberme fallecido!
11.
Una marica en el medio del campo Javier Gasparri No consigo desandar por qué, a la hora de seleccionar mi foto de mariconcito, algo me lleva a un grupo de fotos entre las que se incluye ésta. En ese grupo se distingue una serie tomada sin duda el mismo día, en la misma “sesión” (seguramente por mi madre), que se evidencia en la ropa, en mi aspecto, en los lugares de la casa. Así como en ésta parezco estar diciendo “miren mi oso”, en las otras estoy haciendo caritas traviesas o hablando por teléfono (la pichona de marica ya se viajaba en Hola Susana, que acababa de aparecer; aunque por suerte los astros luego me liberaron del culto a diva tan desafortunada y la reemplacé por otras más interesantes y divertidas). No tengo datos precisos del momento en que fueron tomadas, pero supongo que debo andar por los tres años. Y en casi todas las fotos de la serie, aparezco con el oso. El Oso Carozo, así se llama (nada original, supongo que la reminiscencia de Carozo y Narizota es obvia). Aún lo conservo entre mis tesoros de infancia. Dormí con él hasta los once años y, en un momento, digamos, hacia los ocho o nueve, la pareja se abrió e incorporamos al Perro Pulgoso, haciendo un gozoso trío en la cama, todas las noches. Al Oso Carozo me lo había regalado una prima, que a su vez lo tuvo en su propia infancia; motivo por el cual el oso tiene unos diez años más que yo. Aunque después la normativa genérica me desplazó a juguetes chonguitos (las Tortugas Ninja, los Halcones Galácticos –me calentaba el Niño de Cobre, otro mariconcito en ciernes–, los Locademia de Policía), los juguetesplaceres que luego empecé a (o me hicieron) percibir como incorrectos (puesto que en el momento me resultaban lo más común del mundo sin problema alguno) son un tesoro mariconcito que reconozco a la distancia: algo allí aparecía, insistía, desafiaba y no se amedrentaba: la tentación por la vitrina de muñecas de la misma prima que me regaló el Oso (una vez le rompí el celofán para sacarle una: la quería tocar, tener entre las manos), los Pequeños Pony de otra prima y una amiga (llegué a robar alguno), o la atracción irresistible de mirar impunemente los Ositos Cariñosos y Frutillitas cuando los lograba enganchar por televisión (cosa infrecuente por la poca disponibilidad de canales en los años ’80, y en el medio del campo). Y si no podía ser en la televisión, eran en los VHS que íbamos a alquilar con mi mamá. Siempre preferí el cinismo y el sadismo de la Warner a la felicidad naif de Disney (sólo amaba al perro Pluto –¡vaya nombre!–). Y de la Warner, los devenires travestis de Bugs Bunny en algunos episodios, sus besos en la boca a Elmer y su amaneramiento (¡esa zanahoria que no deja de chupar!), me hicieron muy feliz. La Pantera Rosa también me divertía con sus aventuras graciosas y su color inquietante cuyas huellas puedo reconocer. Por la misma época, el melodrama político medieval de Ico, el caballito valiente era una patada al hígado que adoraba. Mario Bross le aportaba interactividad vía “family game” a este pequeño mundo de mariquita que me había armado en el medio del campo (la sospechosa relación con Luigi y los honguitos con forma de glande habilitarían también una larga especulación semiótico-subjetiva del consumo de imágenes). De todo esto me sacó la lectura de Mafalda a los diez años: supongo que con ella me hice feminista, con Susanita advertí una contrafigura infumable de todo lo que no quería ser y con Libertad me hice anarquista. Pero si todos estos destellos afectivos configuran un espacio (o un territorio) de los placeres anómalos pescados –resignificados, reapropiados– como guiños (que acaso la violencia de la Institución Escolar se encarga luego de enderezar y borrar, o por lo menos lo intenta), es porque la experiencia de, en mi caso, una mariquita en el medio del campo me llevó a sentirme, pensarme, percibirme en la felicidad de una vital rareza que deseaba afirmarse en su propio desencaje. De todas maneras, supongo que no me es privativo: hay algo que se me aparece compartido e imagino como vivencias comunes, incluso jugueteando con el estereotipo, de tantos otros mariconcitos, pichones de locas, putitos enrevesados. Esto puede incluir otras complicidades, como mi abuela Pepa (porque los mariconcitos cuando no tenemos una madre cómplice, seguramente tenemos una abuela o tal vez una tía): entre otras tantas cosas en las que podría pensar, se me ocurre recordar las trenzas que me hacía con hilo de lana y hebillas baratas, cual fashionismo rural y pobre, y habilitando todos los deseos de su amado nieto mariquita. Con esta imagen me quedo.
12.
Voy a morir Morena García Voy a morir ahora o despues. Y no notarás que aquí he estado. Voy a morir Ahora o después y no te daras cuenta que te he habitado. Voy a morir ayer, hoy y mañana. No veras de mi, rastros y los he dejado Es que tu memoria borrara con saña, los surcos que ésta nomadé a cruzado Con un Cristo a la cabeza, En un rancho seré velada Gesto abyecto de tristeza. Mi voluntad no respetada. Tu no Dios, tu no amor. Tu rudeza Tu comentario de vecina malintencionada. Moriré como llegué, paupérrima, Rara, única, grotesca Intragable mi imagen que no condice Con tu asesino canon de belleza. He de morir, rápida rauda, precoz. He de vivir en mis hermanas. Y me vas a ver volver, feroz En la voz de ellas, con mas ganas. Para espantar el dolor. Me voy me voy silbando fuerte. Que estoy segura que tanto amor Torcera el destino y ésta suerte. La mirada de pena y terror, el brindis en la mesita del rincón y la cumbia burlona de la Muerte.
13.
Los guantes de mi abuelo Tomás Boasso Son de cuero y me quedan chicos. Ojalá no me apretaran tanto así los usaría también en verano. Abuelo, qué manos chicas tenías, qué dedos finos… Será que son los míos muy gruesos, que mis manos vienen de la rama familiar que no es la nuestra y comparto con mis otros abuelos? Vos tuviste dedos españoles y yo tengo manos italianas, sé que en tu trabajo requerías precisión, delizadeza. Estos dedos míos entorpecen la escritura, se vienen encima. Pero bueno, acá van pensamientos que son nuestros: yo los pienso y te los mando, son de cuero.
14.
La Wally posible Morena García Frente al espejo, con el corazón agolpado en la garganta me pinto, Me pinto poco porque no quiero ser como ellas. Me pinto poco, porque menos es mas. Me pinto poco ,pero mi cara no tan dulce necesita un poco más. Una sospecha de maquillaje voy a decir con el tiempo que me puse cuando en realidad tengo maquillada hasta las rodillas. Y termino pareciendome a ellas. Es que ellas no estaban tan enfrente. Frente al espejo siento náuseas de está metamorfosis dérmica sensorial que no puedo controlar y de tener que mostrar el capullo al mundo para que entiendan y no entienden ,y las náuseas vuelven y ya no son de nervios. Frente a mi vieja estoy sentada ,mi vieja no sabe, mi vieja desconoce quien soy solo conoce que desconoce al hijo que insiste en resucitar y que hijas nunca tuvo Frente a mi vieja no soy nadie Frente a mi viejo no estoy. Mi viejo aunque está ,nunca estuvo, solo conozco el revés de su palma y unas lágrimas retenidas que significan más que las que he llorado. Frente a mi viejo no estoy , ni yo... Ni el En el comedor tengo mutismo desgarrador y los ojos de ellos gritan más que cualquiera. Mi mano se posa temblorosa de lado en forma de cuenco, en forma de súplica ,en forma mendiga y busco explicar... Y nadie tiene oídos. La vista alcanza, las pruebas alcanzan , el espanto alcanza para convencerlos. Y tránsito la casa que no me pertenece porque está manada no es mía. Y entonces la calle. La calle gris y plomiza que refleja un cielo no más amable. Las muecas en las caras, las miradas presentes, la sangre que se agolpa en la garganta y de repente: Putooooooooooo!!!! Y de repente silencio Y de nuevo: putoooooooo Y nadie...... Y silencio.... Bullicio, miradas y el silencio cómplice y las risas. Las risas son lo más audible desde está travesía. Si tengo miedo? Si tengo, si tengo hambre? si tengo Si tengo frio? Me calan los doce años. Pero está transformación urbana trae más que miedo. Siento mi piel más dura con cada insulto. Siento los ojos vidriados Tengo un inmenso deseo de quemarlo todo. Por qué no me lo merezco, porque soy una criatura invisible, por tanto mal, por si las dudas. Voy a volver a prender fuego todo con mi taco inflamable y mi espanto a flor de piel. No me merecen. Tengo espuma en la boca y me pedis paciencia.Me pedís paciencia o que me rinda? No me pidas que aguante YA AGUANTE DEMASIADO. Y me preguntas si soy mala? Y me miras con miedo y desconfianza, ahora que ya no tiemblo ni pulso fragilmente. Me deben horror y vine a buscarlo. Me deben los besos y los huesos Me deben una familia Y me deben la sangre de las otras Y me preguntas todavía porque tanta saña? Mientras muerdo las manos que me azotan y es que no comprendes bebé que de cachorra me tiraron y en la calle me hice perra!
15.
Flores Anabel Martin Detrás de la reja corta los jazmines de su planta me viene alguna fe como una mosca zumbando en la crema que se forma cuando me pregunto que será el amor una confusión extrema es un ramo y perfumado que guardo todo lo que aprendió mamá en la época del grito en el que sostenía la é para llamarnos a comer desde la terraza el grito alcanzaba el largo de una cortada en la que aprendí a cruzar la calle y besar estatuas.
16.
Hiroshima Morena García Te propusiste erradicar (me), es necesario quemarte las ideas, te prometiste. Desgarrar la carne del hueso. Escarbar lo compulsivamente aprendido. Pero como verás mi flor de napalm. Aquí sigo de pie. Deforme pero con brotes, como el ciruelo trémulo que endurece la corteza en el invierno. Te abriste paso a través de mi con el puño enfundado en bilis. Te filtraste en las napas de mi piel con tu lengua de sarín. Tomaste mi glotis callandome, hasta ver caer de mis ojos ,hojas en llama. Y una vez más volviste a comenzar, tu guerra de dientes apretados contra mi oído inclinado. Y una vez más... Una y otra vez... Y te detuviste como las réplicas de un terremoto que no se parió. Contenido, rabioso , confuso. Justo en ese instante comprendiste, en ese instante que dura la luz de la Explosión que Yo ya era toda Hiroshima. Y el silencio ensordecedor vino a dar justo contra vos.. Acá me ves inmunda flor de napalm, acá me ves toda visceral como en la lección de anatomía. Y repetirás “que mala suerte la mía” cuando sientas mi detonar. Ahora me toca a mí darte vuelto. Ahora come de mi. Ahora inhala mi viento. Porque mientras pensabas que me colonizabas , en mi suelo cenagoso y negro te enterrabas. Y ahora soy caos, ya no más tu espejismo del Edén. Ahora estoy en flor y fruto. No tengas miedo inservible flor de napalm que yo ya estaba erosionada . Ahora es mi turno de devolverte el favor. Que coman tus hijos de mi dulce Que caigan sus plumas entre mis ramas. Que beban del agua de mis ríos Que mueran en mi tierra y abonen mis ganas. Porque soy el retoño no esperado. Después de tu invierno armado Un frágil batir de alas Que sacudirá tu puño oxidado. Soy un holocausto de colores Un suspiro abrasador entre la brisa El mutismo desgarrador de la vida Que se cuela entre huesos y cenizas... Aquí estoy de nuevo , mi mustia flor de napalm. Aquí estoy, amada y armada hasta los dientes Tóxica e inhabitable como siempre Con los pies negros,incolumnesnvenenando a tu próxima simiente. Viniste pensando en detonarme. Arrasarme Tratando de llegar a la cima Y olvidaste muerta flor de Napalm Que antes de ser yo... Yo ya era toda Hiroshima
17.
Sin título Lisandro Aira Un teclado nuevo, para sentir El bello tipear Y agradecer Y celebrar Que lindo es poder Procesar Supiestrar Squirtear Arrancar Esos finos pelos rubios Eesas sonrisas Esas miradas perdidas al vacío Esa eternidad Esas ansias por ser Cuanta potencia Caen las lágrimas Ojos mojados Mirada al teclado Violines que suenan con rabia Calor de enero Estraño tu pelo Tu Risa Y Todo
18.
Blanco y Negro Verónica Yañez Pedrana Tenía 4 años. Le tocaba posar para una foto carnet y no quería. Estaba enojada. Tal vez no entendía mucho la situación, pero tenía claro que no le gustaba en absoluto. Hace mucho que no veía a su papá y su mamá estaba siempre a las corridas. Había que mudarse. Había que juntar dinero. Había que vender todo lo que se pudiera. Había que dejar la casa. Había que dejar el barrio. Había que dejar la ciudad. Había que dejar tías, tíos, primas y primos. Había que dejar a las abuelas y a los abuelos. Había que tomarse un avión. Había que dejar el país. Y le sacaron la foto. Una cara en blanco y negro, plasmada en el pasaporte materno. Una foto con fondo blanco y gesto negro.
19.
Voy a morir Morena García Voy a morir ahora o despues. Y no notarás que aquí he estado. Voy a morir Ahora o después y no te daras cuenta que te he habitado. Voy a morir ayer, hoy y mañana. No veras de mi, rastros y los he dejado Es que tu memoria borrara con saña, los surcos que ésta nomadé a cruzado Con un Cristo a la cabeza, En un rancho seré velada Gesto abyecto de tristeza. Mi voluntad no respetada. Tu no Dios, tu no amor. Tu rudeza Tu comentario de vecina malintencionada. Moriré como llegué, paupérrima, Rara, única, grotesca Intragable mi imagen que no condice Con tu asesino canon de belleza. He de morir, rápida rauda, precoz. He de vivir en mis hermanas. Y me vas a ver volver, feroz En la voz de ellas, con mas ganas. Para espantar el dolor. Me voy me voy silbando fuerte. Que estoy segura que tanto amor Torcera el destino y ésta suerte. La mirada de pena y terror, el brindis en la mesita del rincón y la cumbia burlona de la Muerte.
20.
Todas las palabras con coherencia Marianela Salazar Cuando se me presentó la palabra autorretrato, se me vino Frida Kahlo a la mente, lo maravilloso que pintaba desde sus profundos dolores, decía que se pintaba a ella misma porque era a quien mejor conocía, yo también creo que soy a quien mejor conozco, aunque no me pinto. A veces soy como las nubes blancas, cuando dejo que el sol cure mis heridas, otras veces estoy tan cargada como las nubes negras y cuando lloro vuelvo a estar blanquita y más clara y salgo a los balcones en busca de un nuevo aire, de uno mejor, que me devuelva la voz, que es una de mis herramientas favoritas. ¿Qué tengo puesto? Hoy no tengo puestos ningún disfraz, tengo puesta mi cabeza en lo conciente de lo inconsciente, y el agua me calma, me limpia, me alivia... no soy fanática de nada, aunque me gustan muchas cosas intensamente. Cuando miro mi reflejo en la vidriera, me gusta mi sonrisa, cómplice conmigo misma y me encanta verme cada vez más libre. Dentro de mi cartera hay lío, cómo en mi placard y en mi vida, pero trabajo para tratar de armonizar todo este lío, acomodar mis emociones y sanarlas. Mi mejor desayuno son los dias que desayuno amor, los besos de mis hijes y el mate en la cama, donde vale todo lo que nos dé placer, cómo la masturbación, ¡por la cual no te vas a ningún infierno! La vida es mejor con amigues, los que te bancan el corazón, porque la felicidad solo es real cuando se comparte y cuando elegís sacar la basura afuera de tu mente, de tu cuerpo y de tu alma. Y cuando mi vida está en blanco y negro, trato de dejarme atravesar por la diversidad de colores del arcoiris.
21.
Trenzas mágicas Lilian Alba “Había una vez”, así empezaban los cuentos de la abuela cuando se sentaba a la hora de la siesta mientras trenzaba su cabello blanco y mágico. Ese día no era la excepción, así que Babu, como la llamaban quienes la conocían, se sentó a trenzar su cabello y empezó: “Había una vez una niñita muy pequeñita y valiente, la llamaban Lore. Todos los días Lore salía de su casa muy temprano a la escuela, solita se iba la Lore caminando las 15 cuadras del pueblito, desde su casa a la escuela. Lore amaba su escuela y su maestra, que le enseñaba dibujos con sonidos, que cuando los juntabas formaban palabras, que cuando las juntabas formaban oraciones, que cuando las juntabas formaban viajes misteriosos a cualquier lugar. Podían ser aventuras, romances, épicos, fantásticos, no importaba qué te imaginaras, todo empezaba con esos dibujos y sonidos. A la Lore la retaban mucho porque era muy distraída, apenas leía algo nuevo en los libros de la escuela y su cabeza salía volando como un colibrí por la ventana. Y ahí la maestra, que la quería mucho y ya sabía que era voladora, la llamaba ¡¡¡¡¡“Loreeeee”!!!! ¡Volvé a la escuela que hay más que aprender!” y la Lore volvía de su ensoñación y se sumergía en el libro hasta volver a salir por la ventana y la maestra la volvía a traer, y así pasaba la mañana en la escuela. A Lore sus compañeros y compañeras no la entendían, creían que tenía algún problema para pensar las cosas, que no entendía o que era tonta. Le decían cosas feas porque no la entendían, le decían “cabeza de chorlito”, “cabeza hueca” y un montón de otras frases hechas que a la Lore no le gustaban. Un día, la Lore no aguantó más y le pidió a la maestra que le explicara al grado que ella no estaba loca, ni era tonta, ni nada, que tenía la cabeza muy voladora no más. La maestra explicó entonces que las personas son distintas, que cada una es una sola y no se parece a otra, les fue preguntando qué gustos de helados preferían y las respuestas fueron distintas y también, algunas iguales. - Chocolate - Frutilla - Dulce de Leche - Menta granizada Y todos se rieron del Pancho, que le gusta la menta granizada. Y ahí estaba el bicho raro que le gustaba un sabor raro. Y la maestra preguntó: -¿Lo dejamos de querer al Pancho por que le gusta la menta granizada? -¡Nooooooooo!- gritaron al unísono. -Y si a la Lore le gusta imaginar cosas, ¿la dejamos de querer? Y ahí se hizo un silencio en el aire, nadie estaba seguro si que te guste menta granizada era lo mismo que tener mucha imaginación, se miraron entre sí buscando respuestas pero solo encontraron los ojos bien abiertos en las otras caras, fue ahí cuando alguien, tímidamente, levantó la mano y dijo: - Pero la Lore no nos cuenta qué está imaginando. La maestra la miró a la Lore, que por primera vez tenía todos los sentidos en lo que estaba pasando y le dijo: -De hoy en adelante, los últimos 10 minutos de clases nos contás qué estuviste imaginando. Nadie sabía si eso era una buena o una mala idea, pero la aceptaron igual. Una semana más tarde la maestra le contaba a sus compañeras que esa había sido una idea genial, que ahora en el grado esperaban con alegría los cuentos de la Lore y que ella tenía amigos y amigas que le pedían más cuentos. Que iban a su casa a escucharla y que la habían invitado al club para que allí también escucharan lindas historias. Pero ahora había otro problema, que parecía que nadie había notado…cuando empezaban los cuentos, a la Lore le salían alas de colibrí. Babu ató la trenza con una tirita de tela, y con sus alas de colibrí se fue a preparar el agua para el mate.
22.
Yo soy! Morena García Tratando de decir quien soy, Sorteando la mirada de mi ego. Hoy debo decir que soy el rejunte no planeado de la leche perezosa de mi viejo y el óvulo borracho de mi vieja. Soy la hija mas chica de un cúmulo de ojitos que se apiñaba en el único rincón de la casa que no llovía. Fuí el platillo principal del cura y la hoz de su teoria. Soy el cadáver de la niña que a los once moría por los papeles cartas y aún hoy resuma osamenta. Fui peón de albañil, villana, cáncer de algun amor, hermana, soy puta , perra y soberana. Fui a los quince la fantasía normada que hoy deshilo rápidamente con las manos, desesperada. Soy la incomodidad en la esquina de la casona de la doña que le preocupa el dolar. Soy una pluralidad de mis muertas Y una pizca de sus sonrisas. Soy fuego, llama y cenizas. Soy espejo, reflejo y cornisa. (Soy hoy) mientras escribo y desangro mi memoria. Mártir de un amor olvidado y testigo esencial de mi propia historia. Y mientras escribo esto, Y me velo en un duelo impuesto. Me digo a mi misma convencida, que hoy soy lo que soy no ,sin antes haberme fallecido!
23.
MALADE Rocío Muñoz Vergara Hubo voluntad de decir, sin embargo, todo es sin embargo el secreto no puede leerse. No se recuerda el recuerdo preciso sino su opacidad. Aun así la muda insiste. La temeridad es un estado del convaleciente. Saber o no saber las reglas del buen decir. Decir como para desear algo, como un preguntar: dónde están todos. Todavía no es tarde. La cicatriz no se confunda con una herida del lenguaje. Azuzar el desvío el no alcanzar nunca en ese querer estar siempre estar un poco antes de morir. Lo íntimo ya no es más. Todo volverá a domesticarse.
24.
Una marica en el medio del campo Javier Gasparri No consigo desandar por qué, a la hora de seleccionar mi foto de mariconcito, algo me lleva a un grupo de fotos entre las que se incluye ésta. En ese grupo se distingue una serie tomada sin duda el mismo día, en la misma “sesión” (seguramente por mi madre), que se evidencia en la ropa, en mi aspecto, en los lugares de la casa. Así como en ésta parezco estar diciendo “miren mi oso”, en las otras estoy haciendo caritas traviesas o hablando por teléfono (la pichona de marica ya se viajaba en Hola Susana, que acababa de aparecer; aunque por suerte los astros luego me liberaron del culto a diva tan desafortunada y la reemplacé por otras más interesantes y divertidas). No tengo datos precisos del momento en que fueron tomadas, pero supongo que debo andar por los tres años. Y en casi todas las fotos de la serie, aparezco con el oso. El Oso Carozo, así se llama (nada original, supongo que la reminiscencia de Carozo y Narizota es obvia). Aún lo conservo entre mis tesoros de infancia. Dormí con él hasta los once años y, en un momento, digamos, hacia los ocho o nueve, la pareja se abrió e incorporamos al Perro Pulgoso, haciendo un gozoso trío en la cama, todas las noches. Al Oso Carozo me lo había regalado una prima, que a su vez lo tuvo en su propia infancia; motivo por el cual el oso tiene unos diez años más que yo. Aunque después la normativa genérica me desplazó a juguetes chonguitos (las Tortugas Ninja, los Halcones Galácticos –me calentaba el Niño de Cobre, otro mariconcito en ciernes–, los Locademia de Policía), los juguetesplaceres que luego empecé a (o me hicieron) percibir como incorrectos (puesto que en el momento me resultaban lo más común del mundo sin problema alguno) son un tesoro mariconcito que reconozco a la distancia: algo allí aparecía, insistía, desafiaba y no se amedrentaba: la tentación por la vitrina de muñecas de la misma prima que me regaló el Oso (una vez le rompí el celofán para sacarle una: la quería tocar, tener entre las manos), los Pequeños Pony de otra prima y una amiga (llegué a robar alguno), o la atracción irresistible de mirar impunemente los Ositos Cariñosos y Frutillitas cuando los lograba enganchar por televisión (cosa infrecuente por la poca disponibilidad de canales en los años ’80, y en el medio del campo). Y si no podía ser en la televisión, eran en los VHS que íbamos a alquilar con mi mamá. Siempre preferí el cinismo y el sadismo de la Warner a la felicidad naif de Disney (sólo amaba al perro Pluto –¡vaya nombre!–). Y de la Warner, los devenires travestis de Bugs Bunny en algunos episodios, sus besos en la boca a Elmer y su amaneramiento (¡esa zanahoria que no deja de chupar!), me hicieron muy feliz. La Pantera Rosa también me divertía con sus aventuras graciosas y su color inquietante cuyas huellas puedo reconocer. Por la misma época, el melodrama político medieval de Ico, el caballito valiente era una patada al hígado que adoraba. Mario Bross le aportaba interactividad vía “family game” a este pequeño mundo de mariquita que me había armado en el medio del campo (la sospechosa relación con Luigi y los honguitos con forma de glande habilitarían también una larga especulación semiótico-subjetiva del consumo de imágenes). De todo esto me sacó la lectura de Mafalda a los diez años: supongo que con ella me hice feminista, con Susanita advertí una contrafigura infumable de todo lo que no quería ser y con Libertad me hice anarquista. Pero si todos estos destellos afectivos configuran un espacio (o un territorio) de los placeres anómalos pescados –resignificados, reapropiados– como guiños (que acaso la violencia de la Institución Escolar se encarga luego de enderezar y borrar, o por lo menos lo intenta), es porque la experiencia de, en mi caso, una mariquita en el medio del campo me llevó a sentirme, pensarme, percibirme en la felicidad de una vital rareza que deseaba afirmarse en su propio desencaje. De todas maneras, supongo que no me es privativo: hay algo que se me aparece compartido e imagino como vivencias comunes, incluso jugueteando con el estereotipo, de tantos otros mariconcitos, pichones de locas, putitos enrevesados. Esto puede incluir otras complicidades, como mi abuela Pepa (porque los mariconcitos cuando no tenemos una madre cómplice, seguramente tenemos una abuela o tal vez una tía): entre otras tantas cosas en las que podría pensar, se me ocurre recordar las trenzas que me hacía con hilo de lana y hebillas baratas, cual fashionismo rural y pobre, y habilitando todos los deseos de su amado nieto mariquita. Con esta imagen me quedo.
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Voy a morir Morena García Voy a morir ahora o despues. Y no notarás que aquí he estado. Voy a morir Ahora o después y no te daras cuenta que te he habitado. Voy a morir ayer, hoy y mañana. No veras de mi, rastros y los he dejado Es que tu memoria borrara con saña, los surcos que ésta nomadé a cruzado Con un Cristo a la cabeza, En un rancho seré velada Gesto abyecto de tristeza. Mi voluntad no respetada. Tu no Dios, tu no amor. Tu rudeza Tu comentario de vecina malintencionada. Moriré como llegué, paupérrima, Rara, única, grotesca Intragable mi imagen que no condice Con tu asesino canon de belleza. He de morir, rápida rauda, precoz. He de vivir en mis hermanas. Y me vas a ver volver, feroz En la voz de ellas, con mas ganas. Para espantar el dolor. Me voy me voy silbando fuerte. Que estoy segura que tanto amor Torcera el destino y ésta suerte. La mirada de pena y terror, el brindis en la mesita del rincón y la cumbia burlona de la Muerte.
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La Wally posible Morena García Frente al espejo, con el corazón agolpado en la garganta me pinto, Me pinto poco porque no quiero ser como ellas. Me pinto poco, porque menos es mas. Me pinto poco ,pero mi cara no tan dulce necesita un poco más. Una sospecha de maquillaje voy a decir con el tiempo que me puse cuando en realidad tengo maquillada hasta las rodillas. Y termino pareciendome a ellas. Es que ellas no estaban tan enfrente. Frente al espejo siento náuseas de está metamorfosis dérmica sensorial que no puedo controlar y de tener que mostrar el capullo al mundo para que entiendan y no entienden ,y las náuseas vuelven y ya no son de nervios. Frente a mi vieja estoy sentada ,mi vieja no sabe, mi vieja desconoce quien soy solo conoce que desconoce al hijo que insiste en resucitar y que hijas nunca tuvo Frente a mi vieja no soy nadie Frente a mi viejo no estoy. Mi viejo aunque está ,nunca estuvo, solo conozco el revés de su palma y unas lágrimas retenidas que significan más que las que he llorado. Frente a mi viejo no estoy , ni yo... Ni el En el comedor tengo mutismo desgarrador y los ojos de ellos gritan más que cualquiera. Mi mano se posa temblorosa de lado en forma de cuenco, en forma de súplica ,en forma mendiga y busco explicar... Y nadie tiene oídos. La vista alcanza, las pruebas alcanzan , el espanto alcanza para convencerlos. Y tránsito la casa que no me pertenece porque está manada no es mía. Y entonces la calle. La calle gris y plomiza que refleja un cielo no más amable. Las muecas en las caras, las miradas presentes, la sangre que se agolpa en la garganta y de repente: Putooooooooooo!!!! Y de repente silencio Y de nuevo: putoooooooo Y nadie...... Y silencio.... Bullicio, miradas y el silencio cómplice y las risas. Las risas son lo más audible desde está travesía. Si tengo miedo? Si tengo, si tengo hambre? si tengo Si tengo frio? Me calan los doce años. Pero está transformación urbana trae más que miedo. Siento mi piel más dura con cada insulto. Siento los ojos vidriados Tengo un inmenso deseo de quemarlo todo. Por qué no me lo merezco, porque soy una criatura invisible, por tanto mal, por si las dudas. Voy a volver a prender fuego todo con mi taco inflamable y mi espanto a flor de piel. No me merecen. Tengo espuma en la boca y me pedis paciencia.Me pedís paciencia o que me rinda? No me pidas que aguante YA AGUANTE DEMASIADO. Y me preguntas si soy mala? Y me miras con miedo y desconfianza, ahora que ya no tiemblo ni pulso fragilmente. Me deben horror y vine a buscarlo. Me deben los besos y los huesos Me deben una familia Y me deben la sangre de las otras Y me preguntas todavía porque tanta saña? Mientras muerdo las manos que me azotan y es que no comprendes bebé que de cachorra me tiraron y en la calle me hice perra!
27.
Los guantes de mi abuelo Tomás Boasso Son de cuero y me quedan chicos. Ojalá no me apretaran tanto así los usaría también en verano. Abuelo, qué manos chicas tenías, qué dedos finos… Será que son los míos muy gruesos, que mis manos vienen de la rama familiar que no es la nuestra y comparto con mis otros abuelos? Vos tuviste dedos españoles y yo tengo manos italianas, sé que en tu trabajo requerías precisión, delizadeza. Estos dedos míos entorpecen la escritura, se vienen encima. Pero bueno, acá van pensamientos que son nuestros: yo los pienso y te los mando, son de cuero.
28.
Trenzas mágicas Lilian Alba “Había una vez”, así empezaban los cuentos de la abuela cuando se sentaba a la hora de la siesta mientras trenzaba su cabello blanco y mágico. Ese día no era la excepción, así que Babu, como la llamaban quienes la conocían, se sentó a trenzar su cabello y empezó: “Había una vez una niñita muy pequeñita y valiente, la llamaban Lore. Todos los días Lore salía de su casa muy temprano a la escuela, solita se iba la Lore caminando las 15 cuadras del pueblito, desde su casa a la escuela. Lore amaba su escuela y su maestra, que le enseñaba dibujos con sonidos, que cuando los juntabas formaban palabras, que cuando las juntabas formaban oraciones, que cuando las juntabas formaban viajes misteriosos a cualquier lugar. Podían ser aventuras, romances, épicos, fantásticos, no importaba qué te imaginaras, todo empezaba con esos dibujos y sonidos. A la Lore la retaban mucho porque era muy distraída, apenas leía algo nuevo en los libros de la escuela y su cabeza salía volando como un colibrí por la ventana. Y ahí la maestra, que la quería mucho y ya sabía que era voladora, la llamaba ¡¡¡¡¡“Loreeeee”!!!! ¡Volvé a la escuela que hay más que aprender!” y la Lore volvía de su ensoñación y se sumergía en el libro hasta volver a salir por la ventana y la maestra la volvía a traer, y así pasaba la mañana en la escuela. A Lore sus compañeros y compañeras no la entendían, creían que tenía algún problema para pensar las cosas, que no entendía o que era tonta. Le decían cosas feas porque no la entendían, le decían “cabeza de chorlito”, “cabeza hueca” y un montón de otras frases hechas que a la Lore no le gustaban. Un día, la Lore no aguantó más y le pidió a la maestra que le explicara al grado que ella no estaba loca, ni era tonta, ni nada, que tenía la cabeza muy voladora no más. La maestra explicó entonces que las personas son distintas, que cada una es una sola y no se parece a otra, les fue preguntando qué gustos de helados preferían y las respuestas fueron distintas y también, algunas iguales. - Chocolate - Frutilla - Dulce de Leche - Menta granizada Y todos se rieron del Pancho, que le gusta la menta granizada. Y ahí estaba el bicho raro que le gustaba un sabor raro. Y la maestra preguntó: -¿Lo dejamos de querer al Pancho por que le gusta la menta granizada? -¡Nooooooooo!- gritaron al unísono. -Y si a la Lore le gusta imaginar cosas, ¿la dejamos de querer? Y ahí se hizo un silencio en el aire, nadie estaba seguro si que te guste menta granizada era lo mismo que tener mucha imaginación, se miraron entre sí buscando respuestas pero solo encontraron los ojos bien abiertos en las otras caras, fue ahí cuando alguien, tímidamente, levantó la mano y dijo: - Pero la Lore no nos cuenta qué está imaginando. La maestra la miró a la Lore, que por primera vez tenía todos los sentidos en lo que estaba pasando y le dijo: -De hoy en adelante, los últimos 10 minutos de clases nos contás qué estuviste imaginando. Nadie sabía si eso era una buena o una mala idea, pero la aceptaron igual. Una semana más tarde la maestra le contaba a sus compañeras que esa había sido una idea genial, que ahora en el grado esperaban con alegría los cuentos de la Lore y que ella tenía amigos y amigas que le pedían más cuentos. Que iban a su casa a escucharla y que la habían invitado al club para que allí también escucharan lindas historias. Pero ahora había otro problema, que parecía que nadie había notado…cuando empezaban los cuentos, a la Lore le salían alas de colibrí. Babu ató la trenza con una tirita de tela, y con sus alas de colibrí se fue a preparar el agua para el mate.
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Lepidoptera noctis Morena García De tu terror arraigado he venido a servirme. Porque he estado ahí desde siempre... aun cuando no tenía está forma, meando en tus urinales... ohhh si! De pie! He estado ahí, no haciendo el amor, cojiendo feroz y salvajamente sobre el lecho al que juraron acompañarte hasta la muerte y cuando me bajaba ocasionalmente, famelica, a meter mis manos huesudas de uñas largas en tu heladera ordenada a lo Marie Kondo debo admitir que he pateado algun juguete de niñe. No me has visto y aun asi, allí estaba observando tus nalgas enfundadas en esos microshorts de futbol que para ser antiputo se te notaba hasta el pulso. He sido testigo incolumne desde la esquina de como llegabas a beber del grifo a la madrugada como la difunta Correa, sediento, vicioso y levantarte temprano para tomar vino y hostias los domingos. Tu terror no esta completo sin mí porque yo soy en mi misma todos los terrores de tu frágil heterosexualidad que queda en evidencia cuando vas a la cancha a rodearte de chongos y tocarse en una pluralidad marica encubierta. Soy esa criatura terrorífica que te golpea con las alas en la oscuridad y de tantos manotazos que das terminas golpeando un bulto. Queride heteropaki tu terror esta justificado... he habitado todos tus lugares varoniles o de familia... me he arrastrado dejando un liquido espeso y brillante en mi derrotero, nada ha quedado impoluto, canchas, vestuarios, talleres, reuniones. He tocado todo. He visto todo. He probado todo. Me he hecho poderosa y tu espanto detonó las puertas de mi closet. Mi pregunta es.. guardaras tu deseo detras del terror? Te pregunto mientras te dejo cómodo dentro del tuyo y te cierro la puerta!
30.
Miedos Adriana Jaworski No tenía miedo porque no lo había aprendido, no había lugar, no había tiempo, no había posibilidad. El miedo detiene, y esa no era una opción. Había que resolver, hacerse cargo, había que ser grande. Que hacer cosas de grandes. Siete años tenía cuando empezó a dejar de tener miedo. Siete, y ya no tenía miedo de dormir sola, de calentar el desayuno, de llevar a la hermanita a la escuela. Siete años cuando empezó a vivir entre gente extraña, en un lugar lejano desconocido, a escuchar que murmuraban a sus espaldas. Aprendió a esconder los miedos, aunque a veces asomaban, como cuando tendría que haber dicho que no, o cuando tendría que haber hablado. Pero tenía siete años. Creció tirando piedras sobre el miedo para hundirlo y que no salga más. Y dejó de sentirlo. Se hizo grande creyendo que la gente mayor no tenía miedo de nada. Tener miedo es de débiles, igual que llorar. Tampoco lloraba, ni de dolor ni de risa. Y nada le daba miedo. Nada le daba nada, hasta hoy, que creció. Hasta hoy que crecí. No tenía miedo, antes. Ahora sí, ahora tengo muchos. De algunos me doy cuenta rápido, a otros me los niego, a casi todos los enfrento. Aprendí a llorar, mucho, y lo hago; a veces me da vergüenza pero ya casi no. Pido abrazos para desahogarme y organizo reuniones todo el tiempo para reirme, bailar y tomar mucha cerveza. Aprendí a vivir. Les grandes, cuando estamos vivos, tenemos miedos.
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Voy a morir Morena García Voy a morir ahora o despues. Y no notarás que aquí he estado. Voy a morir Ahora o después y no te daras cuenta que te he habitado. Voy a morir ayer, hoy y mañana. No veras de mi, rastros y los he dejado Es que tu memoria borrara con saña, los surcos que ésta nomadé a cruzado Con un Cristo a la cabeza, En un rancho seré velada Gesto abyecto de tristeza. Mi voluntad no respetada. Tu no Dios, tu no amor. Tu rudeza Tu comentario de vecina malintencionada. Moriré como llegué, paupérrima, Rara, única, grotesca Intragable mi imagen que no condice Con tu asesino canon de belleza. He de morir, rápida rauda, precoz. He de vivir en mis hermanas. Y me vas a ver volver, feroz En la voz de ellas, con mas ganas. Para espantar el dolor. Me voy me voy silbando fuerte. Que estoy segura que tanto amor Torcera el destino y ésta suerte. La mirada de pena y terror, el brindis en la mesita del rincón y la cumbia burlona de la Muerte.
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Trenzas mágicas Lilian Alba “Había una vez”, así empezaban los cuentos de la abuela cuando se sentaba a la hora de la siesta mientras trenzaba su cabello blanco y mágico. Ese día no era la excepción, así que Babu, como la llamaban quienes la conocían, se sentó a trenzar su cabello y empezó: “Había una vez una niñita muy pequeñita y valiente, la llamaban Lore. Todos los días Lore salía de su casa muy temprano a la escuela, solita se iba la Lore caminando las 15 cuadras del pueblito, desde su casa a la escuela. Lore amaba su escuela y su maestra, que le enseñaba dibujos con sonidos, que cuando los juntabas formaban palabras, que cuando las juntabas formaban oraciones, que cuando las juntabas formaban viajes misteriosos a cualquier lugar. Podían ser aventuras, romances, épicos, fantásticos, no importaba qué te imaginaras, todo empezaba con esos dibujos y sonidos. A la Lore la retaban mucho porque era muy distraída, apenas leía algo nuevo en los libros de la escuela y su cabeza salía volando como un colibrí por la ventana. Y ahí la maestra, que la quería mucho y ya sabía que era voladora, la llamaba ¡¡¡¡¡“Loreeeee”!!!! ¡Volvé a la escuela que hay más que aprender!” y la Lore volvía de su ensoñación y se sumergía en el libro hasta volver a salir por la ventana y la maestra la volvía a traer, y así pasaba la mañana en la escuela. A Lore sus compañeros y compañeras no la entendían, creían que tenía algún problema para pensar las cosas, que no entendía o que era tonta. Le decían cosas feas porque no la entendían, le decían “cabeza de chorlito”, “cabeza hueca” y un montón de otras frases hechas que a la Lore no le gustaban. Un día, la Lore no aguantó más y le pidió a la maestra que le explicara al grado que ella no estaba loca, ni era tonta, ni nada, que tenía la cabeza muy voladora no más. La maestra explicó entonces que las personas son distintas, que cada una es una sola y no se parece a otra, les fue preguntando qué gustos de helados preferían y las respuestas fueron distintas y también, algunas iguales. - Chocolate - Frutilla - Dulce de Leche - Menta granizada Y todos se rieron del Pancho, que le gusta la menta granizada. Y ahí estaba el bicho raro que le gustaba un sabor raro. Y la maestra preguntó: -¿Lo dejamos de querer al Pancho por que le gusta la menta granizada? -¡Nooooooooo!- gritaron al unísono. -Y si a la Lore le gusta imaginar cosas, ¿la dejamos de querer? Y ahí se hizo un silencio en el aire, nadie estaba seguro si que te guste menta granizada era lo mismo que tener mucha imaginación, se miraron entre sí buscando respuestas pero solo encontraron los ojos bien abiertos en las otras caras, fue ahí cuando alguien, tímidamente, levantó la mano y dijo: - Pero la Lore no nos cuenta qué está imaginando. La maestra la miró a la Lore, que por primera vez tenía todos los sentidos en lo que estaba pasando y le dijo: -De hoy en adelante, los últimos 10 minutos de clases nos contás qué estuviste imaginando. Nadie sabía si eso era una buena o una mala idea, pero la aceptaron igual. Una semana más tarde la maestra le contaba a sus compañeras que esa había sido una idea genial, que ahora en el grado esperaban con alegría los cuentos de la Lore y que ella tenía amigos y amigas que le pedían más cuentos. Que iban a su casa a escucharla y que la habían invitado al club para que allí también escucharan lindas historias. Pero ahora había otro problema, que parecía que nadie había notado…cuando empezaban los cuentos, a la Lore le salían alas de colibrí. Babu ató la trenza con una tirita de tela, y con sus alas de colibrí se fue a preparar el agua para el mate.
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Una marica en el medio del campo Javier Gasparri No consigo desandar por qué, a la hora de seleccionar mi foto de mariconcito, algo me lleva a un grupo de fotos entre las que se incluye ésta. En ese grupo se distingue una serie tomada sin duda el mismo día, en la misma “sesión” (seguramente por mi madre), que se evidencia en la ropa, en mi aspecto, en los lugares de la casa. Así como en ésta parezco estar diciendo “miren mi oso”, en las otras estoy haciendo caritas traviesas o hablando por teléfono (la pichona de marica ya se viajaba en Hola Susana, que acababa de aparecer; aunque por suerte los astros luego me liberaron del culto a diva tan desafortunada y la reemplacé por otras más interesantes y divertidas). No tengo datos precisos del momento en que fueron tomadas, pero supongo que debo andar por los tres años. Y en casi todas las fotos de la serie, aparezco con el oso. El Oso Carozo, así se llama (nada original, supongo que la reminiscencia de Carozo y Narizota es obvia). Aún lo conservo entre mis tesoros de infancia. Dormí con él hasta los once años y, en un momento, digamos, hacia los ocho o nueve, la pareja se abrió e incorporamos al Perro Pulgoso, haciendo un gozoso trío en la cama, todas las noches. Al Oso Carozo me lo había regalado una prima, que a su vez lo tuvo en su propia infancia; motivo por el cual el oso tiene unos diez años más que yo. Aunque después la normativa genérica me desplazó a juguetes chonguitos (las Tortugas Ninja, los Halcones Galácticos –me calentaba el Niño de Cobre, otro mariconcito en ciernes–, los Locademia de Policía), los juguetesplaceres que luego empecé a (o me hicieron) percibir como incorrectos (puesto que en el momento me resultaban lo más común del mundo sin problema alguno) son un tesoro mariconcito que reconozco a la distancia: algo allí aparecía, insistía, desafiaba y no se amedrentaba: la tentación por la vitrina de muñecas de la misma prima que me regaló el Oso (una vez le rompí el celofán para sacarle una: la quería tocar, tener entre las manos), los Pequeños Pony de otra prima y una amiga (llegué a robar alguno), o la atracción irresistible de mirar impunemente los Ositos Cariñosos y Frutillitas cuando los lograba enganchar por televisión (cosa infrecuente por la poca disponibilidad de canales en los años ’80, y en el medio del campo). Y si no podía ser en la televisión, eran en los VHS que íbamos a alquilar con mi mamá. Siempre preferí el cinismo y el sadismo de la Warner a la felicidad naif de Disney (sólo amaba al perro Pluto –¡vaya nombre!–). Y de la Warner, los devenires travestis de Bugs Bunny en algunos episodios, sus besos en la boca a Elmer y su amaneramiento (¡esa zanahoria que no deja de chupar!), me hicieron muy feliz. La Pantera Rosa también me divertía con sus aventuras graciosas y su color inquietante cuyas huellas puedo reconocer. Por la misma época, el melodrama político medieval de Ico, el caballito valiente era una patada al hígado que adoraba. Mario Bross le aportaba interactividad vía “family game” a este pequeño mundo de mariquita que me había armado en el medio del campo (la sospechosa relación con Luigi y los honguitos con forma de glande habilitarían también una larga especulación semiótico-subjetiva del consumo de imágenes). De todo esto me sacó la lectura de Mafalda a los diez años: supongo que con ella me hice feminista, con Susanita advertí una contrafigura infumable de todo lo que no quería ser y con Libertad me hice anarquista. Pero si todos estos destellos afectivos configuran un espacio (o un territorio) de los placeres anómalos pescados –resignificados, reapropiados– como guiños (que acaso la violencia de la Institución Escolar se encarga luego de enderezar y borrar, o por lo menos lo intenta), es porque la experiencia de, en mi caso, una mariquita en el medio del campo me llevó a sentirme, pensarme, percibirme en la felicidad de una vital rareza que deseaba afirmarse en su propio desencaje. De todas maneras, supongo que no me es privativo: hay algo que se me aparece compartido e imagino como vivencias comunes, incluso jugueteando con el estereotipo, de tantos otros mariconcitos, pichones de locas, putitos enrevesados. Esto puede incluir otras complicidades, como mi abuela Pepa (porque los mariconcitos cuando no tenemos una madre cómplice, seguramente tenemos una abuela o tal vez una tía): entre otras tantas cosas en las que podría pensar, se me ocurre recordar las trenzas que me hacía con hilo de lana y hebillas baratas, cual fashionismo rural y pobre, y habilitando todos los deseos de su amado nieto mariquita. Con esta imagen me quedo.
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Yo soy! Morena García Tratando de decir quien soy, Sorteando la mirada de mi ego. Hoy debo decir que soy el rejunte no planeado de la leche perezosa de mi viejo y el óvulo borracho de mi vieja. Soy la hija mas chica de un cúmulo de ojitos que se apiñaba en el único rincón de la casa que no llovía. Fuí el platillo principal del cura y la hoz de su teoria. Soy el cadáver de la niña que a los once moría por los papeles cartas y aún hoy resuma osamenta. Fui peón de albañil, villana, cáncer de algun amor, hermana, soy puta , perra y soberana. Fui a los quince la fantasía normada que hoy deshilo rápidamente con las manos, desesperada. Soy la incomodidad en la esquina de la casona de la doña que le preocupa el dolar. Soy una pluralidad de mis muertas Y una pizca de sus sonrisas. Soy fuego, llama y cenizas. Soy espejo, reflejo y cornisa. (Soy hoy) mientras escribo y desangro mi memoria. Mártir de un amor olvidado y testigo esencial de mi propia historia. Y mientras escribo esto, Y me velo en un duelo impuesto. Me digo a mi misma convencida, que hoy soy lo que soy no ,sin antes haberme fallecido!
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La Wally posible Morena García Frente al espejo, con el corazón agolpado en la garganta me pinto, Me pinto poco porque no quiero ser como ellas. Me pinto poco, porque menos es mas. Me pinto poco ,pero mi cara no tan dulce necesita un poco más. Una sospecha de maquillaje voy a decir con el tiempo que me puse cuando en realidad tengo maquillada hasta las rodillas. Y termino pareciendome a ellas. Es que ellas no estaban tan enfrente. Frente al espejo siento náuseas de está metamorfosis dérmica sensorial que no puedo controlar y de tener que mostrar el capullo al mundo para que entiendan y no entienden ,y las náuseas vuelven y ya no son de nervios. Frente a mi vieja estoy sentada ,mi vieja no sabe, mi vieja desconoce quien soy solo conoce que desconoce al hijo que insiste en resucitar y que hijas nunca tuvo Frente a mi vieja no soy nadie Frente a mi viejo no estoy. Mi viejo aunque está ,nunca estuvo, solo conozco el revés de su palma y unas lágrimas retenidas que significan más que las que he llorado. Frente a mi viejo no estoy , ni yo... Ni el En el comedor tengo mutismo desgarrador y los ojos de ellos gritan más que cualquiera. Mi mano se posa temblorosa de lado en forma de cuenco, en forma de súplica ,en forma mendiga y busco explicar... Y nadie tiene oídos. La vista alcanza, las pruebas alcanzan , el espanto alcanza para convencerlos. Y tránsito la casa que no me pertenece porque está manada no es mía. Y entonces la calle. La calle gris y plomiza que refleja un cielo no más amable. Las muecas en las caras, las miradas presentes, la sangre que se agolpa en la garganta y de repente: Putooooooooooo!!!! Y de repente silencio Y de nuevo: putoooooooo Y nadie...... Y silencio.... Bullicio, miradas y el silencio cómplice y las risas. Las risas son lo más audible desde está travesía. Si tengo miedo? Si tengo, si tengo hambre? si tengo Si tengo frio? Me calan los doce años. Pero está transformación urbana trae más que miedo. Siento mi piel más dura con cada insulto. Siento los ojos vidriados Tengo un inmenso deseo de quemarlo todo. Por qué no me lo merezco, porque soy una criatura invisible, por tanto mal, por si las dudas. Voy a volver a prender fuego todo con mi taco inflamable y mi espanto a flor de piel. No me merecen. Tengo espuma en la boca y me pedis paciencia.Me pedís paciencia o que me rinda? No me pidas que aguante YA AGUANTE DEMASIADO. Y me preguntas si soy mala? Y me miras con miedo y desconfianza, ahora que ya no tiemblo ni pulso fragilmente. Me deben horror y vine a buscarlo. Me deben los besos y los huesos Me deben una familia Y me deben la sangre de las otras Y me preguntas todavía porque tanta saña? Mientras muerdo las manos que me azotan y es que no comprendes bebé que de cachorra me tiraron y en la calle me hice perra!
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Hiroshima Morena García Te propusiste erradicar (me), es necesario quemarte las ideas, te prometiste. Desgarrar la carne del hueso. Escarbar lo compulsivamente aprendido. Pero como verás mi flor de napalm. Aquí sigo de pie. Deforme pero con brotes, como el ciruelo trémulo que endurece la corteza en el invierno. Te abriste paso a través de mi con el puño enfundado en bilis. Te filtraste en las napas de mi piel con tu lengua de sarín. Tomaste mi glotis callandome, hasta ver caer de mis ojos ,hojas en llama. Y una vez más volviste a comenzar, tu guerra de dientes apretados contra mi oído inclinado. Y una vez más... Una y otra vez... Y te detuviste como las réplicas de un terremoto que no se parió. Contenido, rabioso , confuso. Justo en ese instante comprendiste, en ese instante que dura la luz de la Explosión que Yo ya era toda Hiroshima. Y el silencio ensordecedor vino a dar justo contra vos.. Acá me ves inmunda flor de napalm, acá me ves toda visceral como en la lección de anatomía. Y repetirás “que mala suerte la mía” cuando sientas mi detonar. Ahora me toca a mí darte vuelto. Ahora come de mi. Ahora inhala mi viento. Porque mientras pensabas que me colonizabas , en mi suelo cenagoso y negro te enterrabas. Y ahora soy caos, ya no más tu espejismo del Edén. Ahora estoy en flor y fruto. No tengas miedo inservible flor de napalm que yo ya estaba erosionada . Ahora es mi turno de devolverte el favor. Que coman tus hijos de mi dulce Que caigan sus plumas entre mis ramas. Que beban del agua de mis ríos Que mueran en mi tierra y abonen mis ganas. Porque soy el retoño no esperado. Después de tu invierno armado Un frágil batir de alas Que sacudirá tu puño oxidado. Soy un holocausto de colores Un suspiro abrasador entre la brisa El mutismo desgarrador de la vida Que se cuela entre huesos y cenizas... Aquí estoy de nuevo , mi mustia flor de napalm. Aquí estoy, amada y armada hasta los dientes Tóxica e inhabitable como siempre Con los pies negros,incolumnesnvenenando a tu próxima simiente. Viniste pensando en detonarme. Arrasarme Tratando de llegar a la cima Y olvidaste muerta flor de Napalm Que antes de ser yo... Yo ya era toda Hiroshima
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Inminuendo (me cago en la prosa) Morena García A muchas les resultará un relato conocido, repetido, hastiante e incluso mendigo, otros mirarán con asombro u horror como a quien no le pertenecen estas realidades, mientras les sirvo como en una película de Lucio Fulci, una porción de mi vida en este relato a destiempo; y asistirán a él como los burgueses postcoloniales miraban con gula y lujuria la vidriera circense de un freak show… pasen y vean. Nací prácticamente crucificada por un Dios que se jactaba de omnipresente, omnisapiente y al mismo tiempo impotente. Me elevaron y vistieron con la liturgia y la algarabía con la que se recibe al macho, de hecho, dudo que en mi memoria celular, en cada ínfima mitocondria quedó grabada la frase armada y monótona del doctor como si yo fuese otro pedido en ventana del autoMac, monocorde, mononeuronal: macho dijo la partera!!! Rápidamente fui envuelta en atavíos celestes, inentendibles como la crema del cielo, que nadie sabe qué es o qué representa, pero es celeste, celestial determinantemente. Y así (como si yo no hubiese sido un feto sapiente, casi ingeniero) y con la lógica de una chusma pre-provida estamparon en mis tímpanos los dos nombres de varón más irónicos y desubicados, cuyos significados eran “varonil” y “dios está con nosotros”. Por último lamieron una pelusa roja y me la pegaron en la frente, por un momento pensé: debo ser sagrada, es un tilak, soy hindú, pues no, era el ritual ancestral que según mi tía evitaba la contracción involuntaria del diafragma. Les simplistas le dirán “hipo”. Con el tiempo entendería que su significado es mas a lo Kennedy. En fín… esta procesión de tías con cabellos teflonados, para todas las fiestas habidas y por haber, traían regalos que no dejen dudas de mi posición social patriarcal, de macho. Eran interminables, incesantes, incestuosos, insistentes, ametralladoras, autitos, pelotas, tiki-takas celestes… y las bolitas… bolsas y bolsas de esas porcelanas, ojos de gato, aceritos y las deleznables “comunes”. Sentía el olor del Roby fijación modo “huracán” de mis tías que me abrazaban con un gozo, con ese gozo orgásmico de aquel vendedor de Herbalife cuando capta o copta a un ingenuo. Juro que miré desde sus brazos más de una vez si no se habían meado. Es que yo era en alguna medida, en cierta medida, en toda medida, su Mesías, pues era el único varón del árbol genealógico vivo, árbol que según ellas, sin un macho… se secaba, tendía a desaparecer. Pequeña imposición que pesaba otrora sobre mis pequeños hombros. Todo este ceremonial cesó abruptamente un domingo vespertino de agosto, mientras todo el clan femenino jugaba al chinchón en el comedor. Yo, yoica fiel, a imagen y semejanza de mi sentir, salí montada con un batón y unas Guillerminas espantosas de mi vieja, porque no solo inauguré mi propio desfile, sino mi buen gusto, a los 4 años. Todo fue silencio… pero silencio!!! De esos silencios incómodos como cuando te preguntan si ese flato es tuyo. Un silencio perenne, de miradas juiciosas, acusantes, el suspiro estertóreo de una de mis tías a punto de morir de horror, como si una cucaracha travestida se hubiese posado en el medio del comedor. Yo seguía chapuceando las Guillerminas, y giraba con el batón como una especie de cenicienta trava lumpen. De ahí en adelante las reuniones, onomásticos, cenas navideñas y demás convidios, mutaron en aquelarres, no más presentes… su macho… su continuidad de linaje, la perpetuación del apellido más común, como sus bolitas, morían junto con la frase que habían ensayado y atesorado para mi pubertad: y la novia, pa’ cuándo? Todo lo demás fue un derrotero casi clorofórmico, anestésico, no analgésico, de actos, de edictos, de eructos porque recuerdo a Miriam, maestra de prescolar, con su delantal rosa, sus ojos marrones, y su rubio 9.1 Marolio, decirme: “vos tenés que jugar a ser papá, no mamá “. La seño Guadalupe, en 4°, “los nenes” no juegan elástico” Hasta el portero se permitía mascullar entre dientes por lo bajo “putito de chiquito”. Eructaba transfobia a los 11, estaba empachada. Sabía que no pertenecía a ese hato de bestias “normales”, “comunes” como aquellas bolitas. Me fui, me echaron, me abortaron de todo lugar posible, me encontré al mismo tiempo en todos lados, marcaba lugares que solo habitan las almas que no cuentan, las invisibles las indivisibles… me hallé comiendo en plazas, pernoctando en la puerta de la casa de ese dios omnipresente… que allí no estaba, peregrinando un 24 de Diciembre hacia ningún lado. Detalles y pormenores de una sanmaritana del amor. A los 17 conocí a otrxs especímenes como yo… apiñadas, juntitas en una esquina, convocadas por esa luz naranja que sangra el mercurio… algunas de una belleza hegemónica, otras enfundadas, encorsetadas a la fuerza para parecerlo. Pero todas exquisitas, soñadoras, parias, montadas viajadas, subidas a autos… y bajadas; presas, locas, copeteadas, fumadas, duras y acabadas, consumidas, ajadas y vueltas a acabar. Sentenciadas… a una fecha de vencimiento. Pero como en mi nacimiento, yo solo disfrutaba verlas danzar, para matar el frío, al son de una cumbia, riendo, tejiendo mañanas, pequeñitas. Yo sentía algo en el pecho que se acumulaba, y era arrastrada hacia esos bailes quebrados, y la sensación en mi pecho se acrecentaba. Una noche (siempre fue y es un buen prólogo para una trava) entre decenas de modelitos, sombras de todo el espectro visual y postizos de kanekalon, una trava grande de 47 años… la Matusalén de nuestro mitin, al verme y oírme decirle a otra que no podía explicarle lo feliz e indescriptible de esa sensación que en mi pecho pasó de ser brasas a corazón en llamas; me tomó del mentón recién afeitado y me dijo: Marisa (que en nuestro propio lenguaje, “el carrilche” significa “marica”) eso que sentís es ORGULLO… ORGULLO TRAVA. Y fue a fundirse detrás de otra masa informe de ropa. Comprendí todo… todo fue todo, todo revelación, todo apocalipsis, todo llanto del bueno. Ella rompió mi crisálida y yo la mastiqué, la tragué, y escupí en la cara de ese dios que reparte amor y mejillas, omnisapiente para juzgar… impotente para amar. Exploté, liberada, semimontada, semidragueada, toda enyibrada, toda de mí misma enamorada, empoderada, salí a la calle endiosada, fulguraba como fulguraron mis ojos en aquella avant-premier frente a esa mesa de chinchón. De repente comencé a apagarme … no entendía, la luz se escapaba de mí, como se escapa la acuarela del agua, y entendí mi punto rojo en la frente… mi tilak sagrado… me había encontrado con mi verdugo, mi francotirador designado, contraparte del culón ángel de la guarda… todas las travas tenemos uno, o varios ,asignados, diseñados, prefabricados. Se embebió en mí, pudo con mi carne toda. Se regodeó en mi cuerpo, cuando acabó y terminó su menester orgulloso, jadeante, confundido, previo escupitajo, esbozó dudoso un: “te pasó por puto”, se alejó mientras mis ojos de gato, fijos, ya anclados, no perseguían más el devaneo de la luna por el cielo, ese cielo inalcanzable. Perdón, no dije mi nombre… importa? Soy una más, una de las tantas, una de las tantas que no marchitó por la edad… sino por odio. Esta no es una historia triste es simplemente una historia trava. Pasen y vean!!!
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Voy a morir Morena García Voy a morir ahora o despues. Y no notarás que aquí he estado. Voy a morir Ahora o después y no te daras cuenta que te he habitado. Voy a morir ayer, hoy y mañana. No veras de mi, rastros y los he dejado Es que tu memoria borrara con saña, los surcos que ésta nomadé a cruzado Con un Cristo a la cabeza, En un rancho seré velada Gesto abyecto de tristeza. Mi voluntad no respetada. Tu no Dios, tu no amor. Tu rudeza Tu comentario de vecina malintencionada. Moriré como llegué, paupérrima, Rara, única, grotesca Intragable mi imagen que no condice Con tu asesino canon de belleza. He de morir, rápida rauda, precoz. He de vivir en mis hermanas. Y me vas a ver volver, feroz En la voz de ellas, con mas ganas. Para espantar el dolor. Me voy me voy silbando fuerte. Que estoy segura que tanto amor Torcera el destino y ésta suerte. La mirada de pena y terror, el brindis en la mesita del rincón y la cumbia burlona de la Muerte.

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Un contexto impensado para la mayoría de les habitantes de este planeta: una epidemia brutal, expansiva y mortífera. Un virus del que se desconoce su mutación, imposible de predecir su accionar y de escalofriante propagación.
En el mes de marzo, cuando estábamos por recibir a nuestros ingresantes, ingresamos todos en una cuarentena absoluta. Pensábamos que iba a ser algo pasajero, pero el aislamiento llegó para quedarse.
Al igual que todas las escuelas de la Provincia, iniciamos un proceso de conversión digital y virtual, de contenidos, métodos y vínculos. Para poder seguir enseñando, aprendiendo, creando, compartiendo y, sobre todo, garantizando el derecho a la educación artística, pública, gratuita y de calidad.

Porque creemos que la mejor manera de estar cerca de nuestres alumnes es creando y porque apostamos a tender lazos y a construir vínculos más allá del aislamiento, decidimos impulsar las Ficciones Digitales. Covid 2020. Cuatro fases de Ficción Digital Multiformato. Una experiencia creativa y colectiva a través de formatos y plataformas.

Fase Uno:
La Fascinación de la Palabra apostó al lenguaje poético, a las formas del decir y a la construcción de universos sonoros.
Para eso convocamos a poetas de la ciudad que bondadosamente nos prestaron sus textos y a nuestres alumnes para interpretarlos.
Cada estudiante recibió tres textos diferentes y eligió uno para grabar. El audio fue editado por Ariel Armoa que tramó un espacio sonoro ficcional y poético para cada pieza.

¡Ahora solo queda disfrutar del resultado de esta primera experiencia!

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released June 18, 2020

Sobre poesías de: Ana Wandzik, Natalia Leggio, Sebastián Sánchez, Perras negras, Didac Terre, Javier Gasparri, Morena Garcia, Verónica Yánez Pedrana, Tempo, Adriana Jaworski, Cintia Oña, Marianela Salazar, Lilian Alba Marien, Ana Wandzik, Anabel Martin, Beatriz Vignoli, Federico Rodríguez, Lisandro Aira, Lucia Rodriguez, Natalia Leggio, Rocío Muñoz Vergara, Sebastián Sanchez y Tomás Boasso.

Las voces son de: Adrian Moriconi
Agostina Pozzi
Agustín Gorosito
Agustín Rosso
Álvaro Yañez
Antonela Regalado
Aquiles Pelanda
Beatriz Mercedes Ponce
Carina Nanci Gomez Re
Carolina Alfonso
Elias Charif
Estefanía Salvucci
Evangelina Cipriani
Federico Albelo Bazán
Fiamma Vera
Gary Mendez
Genaro De Vincentis
German Mirabelli
Guillermo Páez
Iván Xavier Martínez Dufour
Josefina Olmos
Julieta Peirone
Lucía Contreras
Lucrecia Mubilla
Macarena Villalobo
María Eugenia Peirano
María Victoria Blanco
Mariano Notaro
Mariela Gamberale
Nerina Alcober
Rodrigo Franco Pascual
Rubi Cachay
Santiago Gutiérrez
Sebastián Miguel
Silvana Hernández
Sofía Amigo
Sofía Sánchez
Verónica García
Edición: Ariel Armoa
Equipo Productor:
Federico Tomé, Ludmila Bauk, Juan Pablo Giordano, Juan Carlos Frilocki, Ignacio Calluso, Diego Quilici.

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Escuela de Teatro y Títeres Rosario, Argentina

Una escuela para compartir, aprender y crear.
Desde hace más de cuarenta años, formamos artistas escénicos. Actrices y actores, directores y directoras, profesores y profesoras de Teatro y de Títeres.
Dependemos del Ministerio de Cultura de Santa Fe.
¡Conocé nuestra Escuela y producciones!
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